lunes, 21 de diciembre de 2009

LOS DUROS COMIENZOS DEL CAMBIO.

He tenido la oportunidad de conocer la vivencia de una maestra, que durante un año trabajó en una clase, con niños con necesidades especiales.

Me parece muy importante e interesante contar su historia (tal como ella me la transmitió a mí) y poder reflexionar sobre el tema:

“Después de tres años de experiencia ejerciendo como maestra, quise ampliar mi área de conocimientos y comencé estudiar la licenciatura de Psicología, motivo por el cual, solicité una excedencia voluntaria en mi puesto de magisterio y me licencié como Psicóloga. Al vencimiento de este periodo, pedí el reingreso e incorporación”.

Cabe resaltar, que corrían los años 80, el tema de la Integración en el área educativa de la sociedad, y ese cambio de concepción que surgió en los 60, llevaba muy poco rodaje.
Acababa de aprobarse la Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI) en 1982, con lo que, se impuso que al menos un colegio de cada región, incluyera una clase con niños con necesidades especiales, sobre los que se hicieran labores de integración con el resto de las clases ordinarias.
Hasta entonces todos estos niños estaban “recluidos” o “segregados” en centros de Educación Especial, donde les tenían a todos juntos (sin valorar el grado de necesidad que cada uno individualmente necesitara), y en general con pocos medios, recursos muy limitados y poco personal adecuado y especializado; por lo que pasaban a ser meros centros de cuidados inmediatos y “estancia”, sin llegar a tratar temas educativos ni de su desarrollo y evolución como personas. Motivo por el cual, muchas familias se “lanzaron” a sacar a sus hijos de estos centros para que los acogieran en colegios ordinarios. Paso que, bajo mi punto de vista, fue algo precipitado puesto que tampoco se tenían los medios necesarios, ni la experiencia suficiente en el proyecto, y tampoco se tuvieron en cuenta las necesidades individuales de cada niño, ni sus diferentes grados.

“Valorando mi licenciatura y en “comisión de servicios”, me ofrecieron incorporarme a un aula de Educación Especial, que acababa de ser instaurada como necesaria en un colegio público.


Muy ilusionada por lo que me parecía un proyecto apasionante, pero a su vez, con un sentimiento de nerviosismo por el reto que suponía y algo escéptica de las posibilidades reales y del resultado…me lancé a ello;

La clase estaba constituida por seis niños de entre 5 y 10 años, cada uno con diferentes necesidades; Un niño autista, otros con retraso severo, trastornos del desarrollo y graves problemas de comportamiento, otros con retrasos más leves y problemas de aprendizaje.
Los tres niños con necesidades más severas, requerían una atención continuada y vigilancia constante; no solo debido a su incapacidad de controlar sus necesidades fisiológicas, sino también a su comportamiento y descontrol, puesto que, a su vez, presentaban conductas agresivas contra ellos mismos y contra los demás. Esto suponía que, estando yo sola en el aula con los seis, NO PODÍA ATENDERLES A TODOS...desde luego, no de la forma que me hubiera gustado...y mucho menos, podía transmitirles las enseñanzas que me había propuesto.

Los otros tres niños, que presentaban
inteligencia límite y retraso madurativo, tenían comportamientos normales, dentro de ese contexto desestructurado (jugaban entre ellos y no atendían a lo que se les indicaba).

Desde Dirección, se me indicó que podía salir al recreo a cualquier hora que yo considerara oportuno, siempre que no hubiera otros niños, para evitar posibles daños.
El colegio había tenido que adherirse al cambio exigido, pero desde luego el proyecto de integración de entonces, no consideró la escasez de recursos y preparación de los centros.

Vista la situación en la que me encontraba y ante la necesidad de conseguir algún tipo de ayuda, apoyo o recurso diferente, para conseguir al menos atender a cada niño como requerían y ante la demora de respuesta por parte de la administración, decidí pedir ayuda a las familias;
Dos madres (las de los niños con necesidades más severas), se ofrecieron a venir por las mañanas, en el primer espacio de tiempo y colaborar conmigo en la atención de sus hijos; Lo que me dejaba un margen para poder organizar las actividades que habían de realizar los otros alumnos.

Luché por conseguir que saliéramos al recreo con otros niños, puesto que sería muy beneficioso para mis alumnos y a su vez, el resto de niños del colegio, comenzarían a acostumbrarse a estar con ellos e integrarlos.
Finalmente, comenzamos a salir con los alumnos de infantil, aunque pronto tuvimos que "recluirnos" en una esquina, para evitar la intromisión desadaptada de mis alumnos, en los juegos de los más pequeños.
Poco a poco, ellos mismos se aislaban más y más, refugiándose en mí, ante las continuas regañinas de otros profesores, las burlas y desprecios de los otros niños y su expulsión de la zona normal de juegos.

A pesar de todo, poco a poco, la situación iba estando un poco más controlada, conseguí que mis alumnos empezaran a ser aceptados, tanto por otros profesores y personal como por otros niños, aunque seguía resultándome muy difícil poder atender las necesidades de cada uno.

A principios del segundo trimestre, me asignaron al aula una estudiante en prácticas y fue entonces cuando comenzamos a conseguir verdaderos progresos y que el aula funcionara al menos un poco...

Fue entonces cuando, gracias a la ayuda y gran apoyo que supuso el tener a mi lado a una compañera (la estudiante en prácticas); comenzamos a avanzar y progresar en el proyecto.

La idea era conseguir que mis alumnos fueran incorporándose a las clases ordinarias, y de ese modo comenzar con su integración.

Tras largas conversaciones con el resto del profesorado, para explicarles y hacerles entender lo que pretendíamos (puesto que la gran mayoría no quería aceptar la entrada de mis alumnos en sus aulas; lo consideraban un retraso y que les supondría un “estorbo” y distracción para el resto de los alumnos) conseguimos que aceptaran integrar a los tres con menos necesidades, en periodos de una hora por las mañanas, siempre que llevaran su trabajo (que yo les preparaba previamente…alguna ficha o para colorear…etc.), para que en la clase estuvieran a lo suyo.
Durante esos periodos, mi compañera, se paseaba por las aulas donde estaban, por si necesitaban alguna ayuda, y yo aprovechaba para trabajar con los otros 3 alumnos de mayores necesidades.

Finalmente y poco a poco, resultó bastante bien; mis alumnos se acostumbraron a estar en la
clase ordinaria con otros niños, sus compañeros empezaron a respetarles y considerarles como uno más y los propios profesores aceptaron, más o menos, la situación.

Tratamos de hacer la misma dinámica con los otros tres
alumnos de mayores necesidades, integrándoles en diferentes aulas. Pero pronto entendimos que en este caso, debido a los trastornos severos de conducta e incluso a su agresividad, no sería posible continuar, a menos que una de las nosotras dos, permaneciera en el aula todo el periodo.

Si algo entendí de esta experiencia, (que no puedo calificar como maravillosa, puesto que resultó muy dura y difícil de superar, especialmente al principio. Pero si la recuerdo como gratificante y de la que aprendí y me aportó mucho), es lo necesario e imprescindible que es poseer los medios y recursos adecuados y necesarios para llevar a cabo un proyecto como este. Principalmente considero esencial recalcar la necesidad de asignar más de un profesor o tutor por aula, que trabajen conjuntamente durante todo el curso escolar. Igualmente, sería muy necesario revisar la ratio de alumnos por clase y lo más importante, a mi parecer, lo que me quedó muy claro tras la experiencia, es que cada alumno debe ser valorado como individual, según su grado de dificultad y de necesidad, puesto que no con todos se puede trabajar por igual, ni se puede pretender que todos consigan lo mismo”.


Tras conocer esta experiencia y valorar la labor de esta maestra, que, para los tiempos que corrían, pienso que se enfrentó aún gran reto y que lo superó de la mejor manera…

Me queda más claro aún, la importancia y necesidad de realizar las CONCRECCIONES CURRICULARES pertinentes en todos los centros.

Partiendo del REAL DECRETO DE ENSEÑANZAS MÍNIMAS (que redacta la Administración central, para TODOS los alumnos), comenzando con el primer nivel de concreción con el Currículum Oficial (que se adaptará par cada Comunidad Autónoma, según las competencias de las Administraciones públicas), pasando por el segundo y tercer nivel de concreción, donde el Proyecto Curricular de etapa y la Programación de Aula, serán elaborados por los profesores de Etapa y de Aula de cada centro, respectivamente; hasta llegar a las tan importante y necesarias ADAPTACIONES CURRICULARES INDIVIDUALIZADAS, (siendo ya el cuarto nivel de concreción)que se realizarán para cada alumno, según sus requerimientos y necesidades, valorándolo por todo el equipo (tutor, profesores de aula, apoyos, equipos de atención…etc.).

Para concluir el tema, decir que estoy totalmente de acuerdo con esta maestra, cuando afirma la necesidad de valorar la presencia de más de un adulto por aula, de adecuar la ratio del número de alumnos por aula y por supuesto de la CONSIDERACIÓN INDIVIDUAL de TODOS y cada uno de los alumnos…puntos básicos y esenciales para lograr llevar a cabo este tipo de proyectos…aún más, añadiría la necesidad de trabajo en equipo,
aceptación y fuerza común de TODOS los integrantes de la escuela, para caminar hacia el éxito.









1 comentario:

TANIA dijo...

Patri en relación sobre lo que nos has contado en referencia a la persona que durante algunos años trabajó con N.E.E, quiero aportar también un caso respecto a una de las profesoras de apoyo del colegio en el que me encuentro realizando prácticas.
como ya dije en un comentario anterior en dicho colegio no atienden las necesidades especiales ya que la mayoria las derivan a centros especiales. Elena es una profesora de apoyo que se encuentra trabajando en este centro, se encarga de todas las aulas tanto de infantil como de primaria y secuedaria, solo trabaja pequeñas dificultades de habla y atención.Es diplomada en educación infantil y licenciada en psicopedagogia también realizó un master sobre la atención temprana.
Antes de estar en este centro estuvo trabajando en fuenlabrada como "PT" atendiendo todo tipo de necesidades, creo que podria ser interesante si la asignatura lo permite y si ella esta dispuesta que confio que si pudiera venir a contar sus experiencias sobre el trabajo que realizan estos profesionales ¿no creeis?